Desajuste ambiental
La Revolución Industrial, iniciada en Inglaterra en la segunda mitad del siglo XVIII, produjo un cambio profundo en la distribución de la población del mundo, que pasó de ser mayormente rural a ser mayormente urbana en el transcurso de dos siglos. En particular, en Inglaterra el porcentaje de población urbana creció desde aproximadamente un 30 por ciento en 1800, hasta un 80 por ciento en 1900. Al mismo tiempo, la población de Londres se sextuplicó en ese mismo lapso.
El rápido crecimiento de las ciudades industriales proporcionó trabajo a quienes llegaron del campo en busca de mejores oportunidades. A un costo alto, sin embargo, pues las condiciones que encontraban los migrantes para residir en las ciudades eran deplorables. En su novela "Tiempos difíciles", publicada en 1854, el escritor inglés Charles Dickens describe a Coketown, una ciudad industrial ficticia en Inglaterra. Escribe Dickens: "Era una ciudad de ladrillo rojo, es decir, de ladrillo que habría sido rojo si el humo y la ceniza se lo hubiesen consentido; como no era así, la ciudad tenía un extraño color rojinegro, parecido al que usan los salvajes para embadurnarse la cara. Era una ciudad de máquinas y de altas chimeneas, por las que salían interminables serpientes de humo que no acababan nunca de desenroscarse, a pesar de salir y salir sin interrupción. Pasaban por la ciudad un negro canal y un río de aguas teñidas de púrpura maloliente; tenía también grandes bloques de edificios llenos de ventanas, y en cuyo interior resonaba todo el día un continuo traqueteo y temblor y en el que el émbolo de la máquina de vapor subía y bajaba con monotonía, lo mismo que la cabeza de un elefante enloquecido de melancolía. Contenía la ciudad varias calles anchas, todas muy parecidas, además de muchas calles estrechas que se parecían entre sí todavía más que las grandes; estaban habitadas por gentes que también se parecían entre sí, que entraban y salían de sus casas a idénticas horas, levantando en el suelo idénticos ruidos de pasos, que se encaminaban hacia idéntica ocupación y para las que cada día era idéntico al de ayer y al de mañana y cada año era una repetición del anterior y del siguiente".
Al margen de los problemas sociales ocasionados por el rápido proceso de industrialización, la Revolución Industrial generó un crecimiento económico sin precedentes que ha beneficiado a buena parte de la población del mundo. Al mismo tiempo, sin embargo, la transformación acelerada de dicha población de rural en urbana constituye un cambio radical que tiene aspectos negativos. Esto, de acuerdo con un artículo aparecido esta semana en la revista "Biological Review", firmado por Daniel Longman y Colin Shaw, de Loughborough University, Reino Unido, y University of Zurich, Suiza, de forma respectiva.
Como apuntan Longman y Shaw, hoy en día, la mayor parte de la población del mundo reside en áreas urbanas altamente industrializadas, las cuales difieren fundamentalmente de los hábitats ancestrales. La industrialización, además, ha producido contaminación por el uso de combustibles fósiles, lo mismo que una degradación ecológica y a una pérdida de biodiversidad. Estas transformaciones, además, han ocurrido a una velocidad sin precedentes. En este contexto, Longman y Shaw adelantan lo que llaman la "Hipótesis de desajuste ambiental", según la cual el proceso de industrialización de los últimos 200-300 años no ha podido ser seguida por nosotros mediante un proceso natural de evolución, que tomaría un tiempo considerablemente mayor, impactando negativamente funciones biológicas que nos son esenciales para la reproducción y supervivencia como especie.
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De manera específica, Longman y Shaw escriben: "La contaminación ambiental derivada directamente de las actividades industriales (p. ej., contaminación atmosférica, acústica y lumínica, acumulación de micro-plásticos) se relaciona con el deterioro de las funciones reproductivas, inmunitarias, cognitivas y físicas. La activación crónica de los sistemas de respuesta al estrés, que deteriora aún más estas funciones biológicas, también parece ser más pronunciada en las zonas industrializadas".
En el pasado, nuestros ancestros estaban sujetos a estrés de manera ocasional, por ejemplo, cuando tenían que defenderse del ataque de un animal salvaje. En el hábitat urbano el estrés es continuo, y en este sentido señala Longman de manera coloquial: "Nuestro cuerpo reacciona como si todos estos factores estresantes fueran leones. Ya sea que se trate de una discusión difícil con su jefe o del ruido del tráfico, su sistema de respuesta al estrés sigue siendo el mismo que si estuviera enfrentando un león tras otro. Como resultado, tiene una respuesta muy poderosa de su sistema nervioso, pero no se recupera".
Según la Hipótesis de desajuste ambiental, los sufrimientos y desadaptaciones sufridas por los primeros trabajadores industriales, tal como fueron relatados por Charles Dickens en "Tiempos difíciles", son apenas un mal menor, en comparación las dificultades que como especie tendremos para adaptarnos a cambios medioambientales que ocurren con una velocidad sin precedente.









