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In-D: Molotov, XXX aniversario con llanta de refacción

Por Daniel Tristán

Septiembre 24, 2025 11:06 a.m.

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In-D: Molotov, XXX aniversario con llanta de refacción

Treinta años no pasan en vano. Ni en la vida personal ni en la trayectoria de una banda que ha hecho de la irreverencia, la crítica social y la confrontación su bandera. Molotov llega a su aniversario número treinta con un peso simbólico que no se puede minimizar: son, quizá, la penúltima gran banda de rock mexicano. Porque si hablamos de relevancia, influencia y trascendencia, después de Molotov sólo Zoé alcanzó a colarse en ese Olimpo cada vez más reducido de grupos capaces de marcar generaciones. Y ahora, en pleno 2025, nos enfrentamos a un dilema que se repite en la historia de muchas bandas longevas: ¿Qué pasa cuando los demonios personales, el desgaste natural y el tiempo mismo empiezan a jugar un papel más fuerte que la música?.

La ausencia de Tito Fuentes por motivos de adicciones y salud mental no sólo abrió una herida en la banda, también desató una reflexión inevitable sobre el presente y futuro de Molotov. La entrada de Jay de la Cueva, irónicamente, miembro fundador en los 90´s cuando el grupo todavía era una idea a medio cuajar, le ha inyectado a la banda una vitalidad inesperada. Pero la pregunta flota en el aire: ¿es esa energía suficiente para sostener la esencia de Molotov? ¿O estamos siendo testigos de los primeros pasos hacia la curva descendente de una historia que marcó a toda una generación?.

Molotov nació como un grito de guerra en medio de la resaca del rock en español de los 90´s. Mientras muchas bandas optaban por la melancolía o la poesía oscura, Molotov irrumpió con un lenguaje vulgar, directo y brutalmente honesto. Su "Gimme tha Power" se convirtió en himno de inconformidad juvenil y su irreverencia fue un oasis en un país donde la censura mediática todavía marcaba límites claros. Ese impulso inicial los convirtió en referente obligado de la música alternativa latinoamericana.

Treinta años después, lo que alguna vez fue furia se enfrenta a un dilema universal: la edad, el desgaste y la incertidumbre. Llegar a las tres décadas de carrera significa acumular logros, giras, discos y reconocimientos, pero también significa enfrentarse al cansancio de la repetición, al desgaste físico de escenarios que exigen energía inagotable y a la pregunta incómoda: ¿todavía tenemos algo nuevo qué decir?

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En este punto, la frase de sabiduría popular "¿Trabajando duro o durando en el trabajo?" cobra un peso brutal. Porque mantenerse activo no necesariamente significa estar vigente. Una cosa es girar por inercia, repitiendo el mismo setlist con la misma fórmula que garantizó éxito en los noventa, y otra muy distinta es seguir produciendo material que rete, que incomode, que provoque.

Molotov se encuentra exactamente en esa encrucijada.

La ausencia de Tito Fuentes no puede minimizarse. No sólo porque es uno de los rostros más visibles y carismáticos de la banda, sino porque su guitarra, su voz y su personalidad ayudaron a moldear la identidad de Molotov. Su salida, motivada por problemas de adicciones y salud mental, revela también un tema más profundo: la fragilidad del artista. Durante años pensamos en el rockero como una figura invencible, alimentada de excesos, capaz de resistir lo que sea. Pero la verdad es otra. El precio de treinta años de escenarios, viajes, desvelos y presión no es menor. Tito es, en este sentido, el espejo de lo que significa envejecer en el rock mexicano: no se trata sólo de riffs y coros, también de heridas invisibles que tarde o temprano pasan factura.

Su ausencia genera incertidumbre. ¿Volverá? ¿Podrá reincorporarse después de un proceso de recuperación? ¿O estamos ante un desprendimiento definitivo? La respuesta a esas preguntas marcará el rumbo de Molotov en los próximos años. Porque aunque Jay de la Cueva ha llegado a ocupar su lugar con energía y oficio, la esencia de la banda se ve inevitablemente alterada.

La historia tiene giros curiosos. Jay de la Cueva, quien hoy sustituye a Tito, fue en su momento parte del germen original de Molotov. Después encontró su camino en proyectos tan diversos como Fobia, Moderatto o Titán, mostrando una versatilidad que pocos músicos mexicanos han alcanzado. Su llegada a Molotov no es la de un joven que viene a inyectar energía fresca, sino la de un contemporáneo que, sin embargo, encarna hábitos de vida radicalmente distintos a los de sus compañeros.

Jay es un músico disciplinado, obsesionado con su instrumento y con una energía física que resulta evidente tanto en el escenario como en la forma en que se expresa. Comparado con el desgaste físico de los demás integrantes de Molotov, su presencia contrasta como un recordatorio incómodo: la vida del rockero también depende de los hábitos fuera del escenario.

Lo interesante es que Jay no sólo aporta músculo técnico, sino también un aire de renovación. En un momento en el que Molotov parecía condenado a girar con la nostalgia de sus grandes éxitos, su llegada ofrece la posibilidad de pensar en un futuro distinto. ¿Será él la chispa que provoque un nuevo disco? ¿O simplemente será el músico que ayude a sostener la maquinaria en lo que se define el futuro de Tito?

Molotov ocupa un lugar extraño en la historia del rock mexicano. No son tan antiguos como El Tri, Caifanes o Maldita Vecindad, ni tan recientes como Zoé. Están en medio, ocupando un espacio que se siente cada vez más único: el de una banda que supo ser masiva y provocadora, pero que también supo sobrevivir al paso del tiempo.

Decir que son la penúltima gran banda no es un demérito, es un diagnóstico. Después de Molotov, el rock mexicano ya no volvió a tener bandas con esa capacidad de arrastre popular. Zoe fue la última en lograrlo, pero el ecosistema musical cambió. El streaming, los algoritmos y la fragmentación de audiencias hicieron casi imposible que otra agrupación volviera a tener ese poder. Por eso el aniversario XXX de Molotov no es sólo una celebración, es también un recordatorio nostálgico de que los tiempos han cambiado y de que quizá estamos viendo los últimos capítulos de una era irrepetible.

La pregunta inevitable es si habrá un nuevo disco. La última producción de estudio de Molotov, Solo D´Lira (2023), ya queda lejana. Desde entonces la banda ha girado con relativo éxito, pero sin ofrecer nuevo material que sacuda a la escena. El paso del tiempo hace cada vez más difícil que se aventuren a grabar un disco que realmente compita en relevancia con sus primeros trabajos.

La salida de Tito y la llegada de Jay de la Cueva son un símbolo de ese cruce de caminos. Un recordatorio de que las bandas, como las personas, no son estáticas. Que los cambios, aunque dolorosos, pueden ser también revitalizantes. Y que la verdadera prueba de Molotov será demostrar que todavía tienen algo nuevo qué decir en un panorama donde el rock mexicano parece haber quedado en pausa.

Porque al final, más allá del festejo, la pregunta que debemos hacernos es la misma que ronda en cada ensayo, en cada escenario y en cada estudio: ¿Molotov está trabajando duro o simplemente durando en el trabajo?.