Para subir al cielo
En la Conferencia de Berlín de 1884-1885, las potencias europeas llegaron a un acuerdo sobre cómo repartirse el continente africano con el fin de evitar confrontaciones entre ellos; un episodio que se conoce como “El reparto de África”. Como explican los expertos, Inglaterra estaba interesada en consolidar el control de una franja norte-sur de territorio africano, desde Egipto hasta el sur del continente, mientras que Francia pretendía hacer lo propio con una franja este-oeste, desde el océano Índico hasta el océano Atlántico. Esto llevaría a que ingleses y franceses se encontraran frente a frente en el interior del continente africano. Al final, sin la participación de los africanos, en la Conferencia de Berlín se decidió que su continente fuera dividido entre ingleses, franceses, alemanes, portugueses, españoles e italianos.
El reparto de África, nos explican los especialistas, tiene causas diversas. Entre ellas, la Revolución industrial, nacida en Inglaterra en el siglo XVIII, que demandaba materias primas que no existían en Europa, pero sí en el continente africano. África, además, constituía un mercado para la sobreproducción de bienes de la industria europea. Un factor que facilitó la colonización de África fue el desarrollo de las nuevas tecnologías de transporte y de comunicaciones del siglo XIX, así como el desarrollo de armas sofisticadas, muy superiores a las que disponían los africanos.
Ciento cincuenta años después del reparto de África, vivimos hoy en día circunstancias que se alguna manera la recuerdan, por la encrucijada de intereses comerciales y estratégicos de la naciente industria espacial. En este sentido, nos enteramos el pasado 3 de diciembre que la compañía china LandSpace lanzó al espacio el cohete Zhuque-3. El lanzamiento alcanzó la altura proyectada y colocó en órbita la carga que transportaba. La misión, no obstante, falló en su segundo objetivo, que era el de recuperar la primera etapa del cohete en su reingreso a la atmósfera. Según LandSpace, al encender los motores para el descenso controlado, hubo una falla y el cohete terminó estrellándose cerca del sitio proyectado de aterrizaje.
A pesar de no haber logrado un éxito completo, los expertos consideran que LandSpace alcanzó un logro notable, dado que fue apenas su primer intento de recuperación de un cohete, una manobra sofisticada en extremo que solamente las compañías norteamericanas SpaceX y Blue Origin han logrado realizar. Así, se considera que con el lanzamiento del pasado 3 de diciembre se ha dado un paso significativo en la carrera espacial entre China y los Estados Unidos.
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Se espera que en los próximos años sean puestos en órbita miles de satélites en la medida en que se intensifiquen las actividades espaciales. Lanzar un cohete con su carga al espacio, sin embargo, es extremadamente costoso. Por ejemplo, el lanzamiento de un cohete Falcon 9 de SpaceX cuesta unos 67 millones de dólares; y poner en órbita una carga de un kilogramo con este cohete cuesta alrededor de tres mil dólares.
En estas condiciones, la expansión de las actividades comerciales espaciales requiere reducir el costo de lanzar los cohetes, y para esto es necesario recuperarlos por medio de aterrizajes controlados, y reusarlos en lanzamientos posteriores. SpaceX lo ha estado haciendo de manera rutinaria con sus cohetes Falcon 9, y ha reducido sus costos por lanzamiento por un 70 por ciento. Aun más, SpaceX pretende reducir en el futuro el costo por kilogramo puesto en órbita hasta unos diez dólares. Por otro lado, más allá de la reducción de costos por lanzamiento, el reúso de cohetes permite realizar lanzamientos de manera más frecuente, al no tener que fabricar lo cohetes por completo.
Los próximos años serán testigos de un uso cada vez más extendido del espacio para un gran número de aplicaciones, incluyendo internet de alta velocidad, monitoreo del clima, fabricación de nuevos materiales, órganos, tejidos y medicinas, centros de datos, y centros de generación masiva de energía; y más del entorno inmediato de la Tierra, la minería y el uso de los recursos naturales de otros cuerpos espaciales. Estas actividades requerirán de una reducción sustancial en los costos de lanzamiento de cohetes y serán fundamentalmente llevadas a cabo por los pocos países que cuentan con un programa espacial.
Estamos así en circunstancias que guardan un cierto paralelismo con la Europa al final del siglo XIX, cuando los países más poderosos se repartieron el continente africano. Así, existe la posibilidad de que los países con los programas espaciales más avanzados se repartan el espacio para sus propios beneficios económicos y estratégicos. Y en este sentido, será de importancia central la tecnología para recuperar cohetes, al igual que los ferrocarriles y el telégrafo lo fueron para la colonización europea de África. Y, al respecto, la delantera la llevan compañías estadounidenses, ahora seguidas cercanamente por compañías chinas.










