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Jorge Zamarrón, un maquinista que dedicó su vida al ferrocarril

Tras 45 años de trabajo ininterrumpido en el FNM se jubiló con nombramiento de maquinista de patio

Por Flor Martínez

Diciembre 07, 2025 03:00 a.m.

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Jorge Zamarrón, un maquinista que dedicó su vida al ferrocarril

En abril de este año, Jorge Zamarrón Castillo, cumplió 45 años laborando en el ferrocarril, oficio que inició siendo apenas un adolescente y que, asegura, marcó por completo su vida y la de su familia.

A sus 60 años, narra con nostalgia, cómo fueron los inicios en este trabajo.

Tras su jubilación, el rielero originario de Cárdenas, detalló que se jubiló oficialmente como maquinista de patio, un cargo alcanzado después de décadas de trabajo, disciplina y capacitación continua.

Recordó que comenzó en el ferrocarril a los 16 años, luego de estudiar la primaria y la secundaria en su municipio. Su ingreso fue posible gracias a una carta de recomendación gestionada por el sindicato, que entonces tenía un papel fundamental en el acceso a las distintas categorías laborales dentro de Ferrocarriles Nacionales de México (FNM). 

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“Entré como similar de locomotoras, era la base de todo. Teníamos que estudiar 180 días sin paga, con instructores estrictos y prácticas reales en patio”, expresó.

 La formación incluía reglamentos de transporte, clases en la escuela de capacitación ubicada en la calle Juárez y prácticas directas con maquinistas veteranos. “No era como ahora; antes no entraba cualquiera. Tenías que ganarte el lugar”, relató. 

Entre lágrimas, recordó que su gusto e interés por trabajar en los Ferrocarriles nació por su padre, Jorge Zamarrón, quien laboró en el ferrocarril y se jubiló tras 30 años de servicio. Su madre, doña Minga Castillo, falleció en 1996, y su padre en 1999, pero su recuerdo permanece ligado a su formación por parte de ambos. 

“Mi vida entera estuvo ahí. Cada ascenso lo sentía como un logro propio y de mi familia”, comenta con emoción. 

El hoy jubilado detalla que trabajó distintos turnos de madrugada, mañana y tarde, participando en maniobras, formación de trenes, rutas de carga y pasajeros, así como en operaciones en Tampico, Madero, Tamasopo y Palmas. 

Señala que en aquella época casi no descansaba; el trabajo era lo principal y, aunque había jornadas más largas que otras, dice no quejarse, pues prácticamente su vida se desarrolló en este ámbito. 

También recuerda la operación de trenes emblemáticos como el 353, 354 y los servicios locales entre Cárdenas, Ciudad Valles y Tamasopo, además de trenes pedreros y de carga pesada. 

“Eran otros tiempos. Uno aprendía viendo, practicando, respetando jerarquías. El ferrocarril era disciplina pura”, afirma. 

Durante su carrera vivió el cambio de las locomotoras de vapor a las diésel, así como la transición de la empresa estatal hacia los sistemas concesionados, incluyendo Kansas City Southern. 

En su piel lleva tatuajes que para él representan etapas importantes: su número de maquinista, fechas, insignias y el orgullo de haber pertenecido al gremio rielero. “El ferrocarril se lleva en la sangre”, dice al mostrar uno de ellos. 

El pasado 26 de abril de 2025, tras más de cuatro décadas de servicio, llegó su fecha de jubilación; con voz entrecortada señala el orgullo que fue para él dedicarse a esto durante prácticamente toda su vida. 

“Fue toda mi vida. Me acuerdo de mis padres, de mis compañeros, de lo que fuimos. Ahora todo es distinto, pero uno siempre queda rielero”. 

En su casa guarda recuerdos, retratos desde sus primeras capacitaciones, sus colegas, anécdotas, además de una colección de trenes que mandó hacer, con distintos materiales, entre estos dos grandes ferrocarriles que adornan su casa, hechos a base de cantera. 

Aún conserva sus gorras, relojes de los años 80, entre otros artículos que utilizaban los empleados durante aquella época.