A CHUCHITA LA BOLSEARON

Esta mañana Chuchita regresó al Ministerio Público. Ésta vez alegando que le habían robado la juventud. Chuchita, la gallina ¿la recuerdan?, era la esposa del gallo que se cayó al río Quiquirisquihaga. Hoy amaneció sintiéndose vieja... ya ni para caldo serviría, pensaba con tristeza. Decía que sentía el buche agrietado, la cresta reseca, sus patas... uuuuú sus patas, estaban chuecas. Decía también que había perdido lo amarillo de su piel y el brillo de sus plumas. En pocas palabras: demandaba al gallo Celestino, por haberle robado su juventud y lozanía. Celestino decía que no, que él no había robado nada. Que Chuchita estaba así, simplemente por las hormonas que le habían inyectado a doble ración para que pusiera doble cantidad de huevos. Chuchita, indignada, abofeteó al gallo, con el ala muy abierta, con toda su fuerza y muy molesta: ¿Qué es eso de que había perdido su lozanía y su juventud por poner huevos? Los guajolote del Ministerio, Ramírez y Fernández, canalizaron a la gallina con el doctor en turno. Ese que te revisa la cola para saber, para corroborar hasta dónde habían llegado los daños. Fue entonces cuando Chuchis, se sobresaltó espantada... nadie le picaría la cola, ¡nadie! La coneja güera, esa la metiche, dijo que Chuchita no necesitaba ningún examen médico, que ella era testigo de que la gallina no tenía memoria. Y también dijo que Chuchita era una ave de corral vieja. ¿Quéeee? ¿Gallina vieja? Gritó la gallina despavorida. Fue, entonces cuando el Ministerio le solicitó una copia certificada de su acta de nacimiento, porque, dijo dándole la razón a doña Coneja, ya no se veía como una pollita tierna. En seguida, Chuchita retiró los cargos en contra de Celestino, anuló la demanda argumentando que la burocracia del gallinero ¡había traspapelado esos documentos! Sí, así es, la burocracia es terrible, pero no era el caso, respecto de Chuchita, porque esta, era entonces, y siempre lo fue, una gallinita vanidosa. Celestino, respiró profundo, lloró y se fue corriendo al río Quiquisquihaga, con la intención de ahogarse, pues no aguantaba ya a la Chuchis y a sus loquísimas y cacareadísimas ocurrencias.
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