MANO IZQUIERDA
El PRI murió, pero no lo sabe

Hay un par de frases nostálgicas que muchos de nuestros abuelos utilizaban para referirse a la añoranza por tiempos que simplemente se fueron: "Lo que el viento se llevó" y "Que tiempos aquellos señor Don Simón." Enunciados que son perfectos para referirnos a lo que fuera el otrora invencible Partido Revolucionario Institucional, nacido un 4 de marzo de 1929 bajo las siglas PNR, Partido Nacional Revolucionario; tuvo varios padres, pero al que genéticamente se le atribuye su ADN es al sonorense con raíces turcas General Plutarco Elías Calles, en su adolescencia ese partido engendró y dio vida prematura a su primogénito: el Partido de la Revolución Mexicana, cuya paternidad se le atribuye a otro militar, pero este purépecha de Jiquilpan Michoacán, el General Lázaro Cárdenas del Rio, quien, como buen hijo desobediente desterró a su padre y creó su propia historia. De ahí hasta 1946, el PNR cedería su espacio al hijo fruto de la madurez, el Partido Revolucionario Institucional, heredero de la narrativa de la justicia social revolucionaria y receptor de los beneficios económicos que dejara la segunda guerra mundial, fue la hora de los profesionistas, de los egresados de la Universidad Nacional Autónoma de México, los militares regresaron a los cuarteles dando paso a notables abogados que juraron llevar al país por el rumbo de la modernidad, incluso hasta llevarlo al "milagro mexicano". Todo iba de acuerdo al plan y nada parecía moverse, cuando en los años sesentas el mundo cambió, las juventudes de esas décadas quisieron experimentar la libertad plena, la rebeldía se cantaba con letras de rock y se bailaba con música a gogó, el puro cubano de Fidel y la gorra con la estrella roja del Ché fueron los símbolos que marcarían a esas generaciones, drogas, sexo y rock and roll, Avándaro y por primera vez los gritos de protesta que rompían las monolíticas formas del ritual del poderoso partido. Díaz Ordaz encarnó y dio vida al sistema político mexicano del momento, su rostro autoritario, nos presentó el verdadero rostro del PRI Gobierno, Tlatelolcoconfrontó a propósito al pueblo, soldados y estudiantes llevados a una trampa mortal por la mente perversa de quienes daban ordenaban desde viejos escritorios de caoba. 1968 fue el año del principio del fin, de un sistema que fue eficaz, que edificó Instituciones, que le cambió el rostro a México, pero que no supo o no quiso reconocer que nada es para siempre y que tal como ocurre con los ciclos humanos, vinieron otros, los nietos y bisnietos de la revolución que transformaron de a poco un país que exigía tener vida democrática. Desde Díaz Ordaz hasta Zedillo y el regreso con Enrique Peña, el PRI ya no pudo recuperar su esencia, el asesinato de Colosio en 1994 desnudó finalmente en lo que se había convertido un partido que ya no respondía a los intereses de México, pasó a ser el partido político con mayor descrédito y repulsa social no sólo en este país sino en Latinoamérica. Para los buenos priístas -que aún los hay-, en muchos rincones de la República es muy doloroso para ellos reconocer que aquel viejo "partidazo", como se le llegó a nombrar, no está agonizando: está muerto, hoy, es un fantasma que deambula en Coahuila y Durango, más por los liderazgos locales que por su fortaleza nacional, los espacios políticos que ganó bajo sus siglas, son producto y resultado de la férrea personalidad, credibilidad y buen trabajo de quienes ganaron bajo sus siglas, como ocurre en la capital de San Luis Potosí. Alito, actual líder nacional está muy pero muy lejos de aquellos grandes y sapientes dirigentes, Moreno convirtió los puños en su mejor argumento, y sí, logró posicionar de nuevo al PRI, pero en tendencia de "memes". Quizá, lo más digno para un partido que le dio muchas cosas buenas a México, sea morir con dignidad política, pues definitivamente el PRI no fue engendrado para ser oposición. Escríbanme, y con gusto debatimos: jorgeandres7826@hotmail.com.










