ANDALUCÍA SIN PRISAS
EL ENCANTO DESPUÉS DEL VERANO
Cuando el calor del verano se suaviza y las multitudes regresan a casa, siento que España me invita a descubrir un lado más íntimo. Y un lugar para vivirlo es Andalucía. Es como si, de pronto, las ciudades recuperaran su propio ritmo: un sol amable durante el día, tardes templadas y calles que ya no exigen correr, sino detenerse, mirar y dejarse llevar.
Sevilla y Granada son grandes opciones en esta temporada. Sevilla, con el resplandor del Guadalquivir y la Giralda recortada en el cielo, me permite caminar sin la prisa del calor extremo ni el gentío de agosto. Perderme por el Barrio de Santa Cruz o sentarme en una terraza a escuchar flamenco cobra otra dimensión cuando no tengo que pelear por un lugar o soportar los 40 grados.
Granada, por su parte, con La Alhambra que se contempla distinto en la luz suave del otoño o de la primavera: los detalles de sus muros parecen más cercanos, y los jardines, menos invadidos. Caminar por el Albaicín, con el olor a té y especias en cada esquina, es un privilegio que se saborea más cuando las calles están despejadas y uno puede imaginar, casi en silencio, las historias que se tejieron ahí.
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En octubre, Andalucía también me despierta curiosidad por aquello que aún no he vivido. Todavía no he recorrido la Alhambra y el Generalife con el otoño encima, cuando los jardines se llenan de tonos dorados y el aire fresco invita a detenerse más tiempo en cada rincón. Tampoco he disfrutado de una noche en Sevilla desde una de sus azoteas, viendo la Giralda iluminarse sin el calor sofocante del verano.
He leído de la temporada cultural que comienza en este mes: ópera en el Teatro de la Maestranza o recitales de flamenco en peñas pequeñas, lejos de los espectáculos turísticos. Son experiencias que guardo en mi lista de pendientes.
Imagino caminar por las Alpujarras en Sierra Nevada, cuando los senderos se llenan de castaños y viñedos, o acercarme a las fiestas del mosto en la Sierra de Cádiz, donde los pueblos celebran el primer vino del año con sencillez y alegría.
Incluso los mercados cambian de rostro: octubre trae castañas recién asadas, setas, granadas y dulces de temporada que aún no he probado en su lugar de origen. Son esas pequeñas cosas las que me recuerdan que viajar en otro momento del año no solo evita multitudes, también abre puertas a sabores, aromas y atmósferas que el verano no deja ver.
Al final, viajar fuera de temporada no es solo cuestión de comodidad: es un modo de encontrarse con un lugar en su esencia. Andalucía me recuerda que viajar no siempre significa correr detrás de lo que todos hacen al mismo tiempo. A veces, es todo lo contrario: esperar el momento justo para dejar que un destino te cuente su historia sin interrupciones Y aunque esta vez me detengo en Sevilla y Granada, guardo en la memoria otro destino andaluz que merece un relato aparte: Ronda, con su puente suspendido entre abismos y su carácter casi legendario. En mi próxima entrega quiero unirla con otra joya, Cuenca, aun cuando estén en extremos distintos de la geografía española. Porque hay ciudades que dialogan más allá de los mapas, unidas por la misma capacidad de asombro.
@martaoca










