Cop 30, el consenso climático se esfuma
Diez años. Apenas una década separa el éxtasis de París de la desolación de Belém do Pará en Brasil. En diciembre de 2015, bajo las luces de la Torre Eiffel, más de 150 jefes de Estado y de Gobierno se congregaron en un ritual de esperanza colectiva: el Acuerdo de París, consenso casi perfecto: 196 países y entidades comprometidos a limitar el calentamiento global a 1.5°C, con promesas de fondos verdes por 100 mil millones de dólares anuales y planes nacionales de reducción de emisiones.
Figuras como Barack Obama, Angela Merkel y Xi Jinping estuvieron allí presentes, sellando un pacto que parecía el fin de las divisiones Norte-Sur. La prensa lo cubrió como un triunfo diplomático, con discursos que hablaban de “unidad histórica” y “responsabilidad compartida” con un sector privado que se apuntaba a transformarse también. Bill Gates, Elon Musk, presentes también, lanzaban la Coalición para la Innovación Energética (Breakthrough Energy Coalition), iniciativa que reunió a 28 filántropos y empresas para invertir en soluciones climáticas innovadoras.
Ahora, en la humedad de la Amazonía brasileña, el panorama fue otro. Apenas 57 jefes de Estado y de Gobierno atendieron la Cumbre de líderes del 6 al 7 de noviembre, un número que habla de desinterés y fatiga. Ausencias notables como la de Donald Trump, Narendra Modi y Xi Jinping, responsables de más de la mitad de las emisiones mundiales, que enviaron delegados en lugar de acudir en persona; o incluso México, cuya presidenta Claudia Sheinbaum excusándose en una visita de Emmanuel Macron a Ciudad de México, mientras el francés sí desfiló por Belém. Esto no es sólo logística; es un síntoma de cómo el cambio climático ha pasado de prioridad global a molestia secundaria.
Lo peor es que esta apatía llega en el peor momento posible. Desde 2015, los eventos climáticos extremos no han disminuido; al contrario, han aumentado en frecuencia, intensidad e impacto económico, como lo demuestran datos del IPCC y bases como EM-DAT y NOAA. Las sequías, por ejemplo, han crecido hasta 40% en frecuencia global, con episodios más prolongados que devastan regiones enteras. En África oriental, la megasequía de 2020-2024 -la peor en cuatro décadas- ha afectado a 20 millones de personas, con Somalia al borde de la hambruna y conflictos en Etiopía agravados por la escasez de agua. En Siria, la sequía crónica desde 2015 ha impulsado migraciones masivas: 7 millones de desplazados, muchos huyendo hacia Europa, donde el clima se suma a las tensiones políticas y migratorias.
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Así, la Cumbre de Líderes de la COP30, con sus apenas 57 jefes de Estado y de Gobierno, dejó migajas. Brasil lanzó el Tropical Forest Forever Facility, un fondo para selvas con 5 mil 500 millones iniciales -Noruega 3 mil millones, Francia 500 millones- con el objetivo de llegar a 125 mil millones. Se reafirmó el compromiso de mantener el 1.5°C, urgiendo a picos inmediatos de emisiones, y localmente brillaron voces subnacionales: 14 mil ciudades prometieron acción pese a las ausencias federales y se impulsaron fondos para los pequeños Estados insulares. Así que no todo podría estar perdido. Belém no tendrá fanfarrias como París, pero aún quedan las reuniones técnicas y esto terminará hasta el 21 de noviembre. Otras cumbres han logrado avances en lo técnico aun sin el espectáculo de anuncios grandilocuentes. Pronto lo sabremos.
¿Qué queda de aquel sueño parisino? Un eco hueco, un consenso que se desvanece como el humo de un incendio forestal.
X: @solange_
(Analista internacional)









