Familia y escuela Capítulo 291: Desfases educativos: la tecnología
Tal parece que el proceso educativo funciona como una fórmula perfecta mediante la cual, al presentarse en la vida escolarizada, familiar o social, mediante esa secuencia de números, simbolismos, reglas, materias y aprendizajes diversos, otorga un nivel con el cual se puede considerar al individuo como alguien teóricamente instruido.
De la misma manera el creer que lo educativo es el proceso a manera de algoritmo que al desarrollarse paso a paso, como un instructivo con etapas lógicas, otorga siempre, en todo momento, lugar y circunstancia el mismo resultado en la vida de las personas.
Teóricamente en ambos casos así debiera de aparecer y funcionar todo proceso educativo, sin embargo, tal parece que lo formalmente educativo y formativo en sus distintos escenarios, tanto los escolarizados como los desarrollados en los hogares y otros lugares de interacción social, se están quedando irremediablemente desfasados de las distintas realidades que rodean a este proceso.
Si bien es cierto que existe una gran cantidad de conocimientos, valores, actitudes y habilidades que, no obstante que pase el tiempo, son absolutamente necesarios para su uso y aplicación en la vida diaria, aún con ello, ha ocurrido que algunos de estos elementos han quedado rezagados, algunos olvidados, otros en desuso y algunos más suplantados por otras formas actuales, como consecuencia natural de la evolución social con todos sus eventos, circunstancias, transformaciones y modernizaciones.
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Este desfase ha quedado expuesto con mayor claridad mediante la impostergable aparición de aparatos, aplicaciones, plataformas y todos los elementos para una educación virtual en hogares y escuelas en los periodos previos, durante y posteriores a la pandemia, sobre todo con las prácticas educativas y formativas que ya se venían presentando y que se impulsaron definitivamente mediante este episodio de afectación a la salud mundial.
La irrupción de la era digital en la educación ha dado un golpe de autoridad al considerar que todos los actos de aprendizaje se podían lograr no solamente estando presente en un hogar y sus familias o en un aula de clase con la presencia física de compañeros y docentes; en este sentido se genera un desfase con las enseñanzas que tradicionalmente era efectuadas “in situ” por las que ahora se pueden lograr a distancia estando de manera sincrónica o no, al estar frente a una pantalla de aparato celular o computadora.
Dicho desfase se manifestó, en primer término, ante la urgente necesidad del aprendizaje en alumnos, maestros y padres de familia del manejo de aplicaciones, formatos y plataformas digiales, cuestión que los más jóvenes se adaptaron casi instantáneamente; el resto, aún siguen batallando y empeñándose en su dominio.
Un segundo desfase que inició y que sigue ocurriendo, es el referente económico, en toda la extensión del término, es decir, no solamente el monetario al adquirir forzosamente un aparato de comunicación telefónica o computadora y el correspondiente servicio de internet, sino con la necesidad de la prestación pública o privada de este último servicio en las diferentes comunidades del país.
De acuerdo con Encuesta Nacional sobre Disponibilidad y Uso de la Información en los Hogares (INEGI, 2025), para 2024 se tenía un 81% de población usuaria de internet; a comienzos de 2025 había 127 millones de conexiones móviles celulares activas en México, así como 110 millones de usuarios de Internet, lo que representa una cifra bastante considerable.
Sin embargo, el desfase es geográfico y económico puesto que todavía para el 2025, en comunidades rurales y marginadas, se enfrenta la dificultad de acceso a internet, estando más de 14 millones de personas que carecen de conectividad efectiva debido a la falta de cobertura o recursos económicos (IA).
El peor de los desfases ocurre cuando se tiene un uso con tendencias preferenciales hacia la socialización y la recreación, de toda la riqueza que ofrece la ilimitada cantidad de recursos que circulan por la internet; de acuerdo con la misma fuente: el consumo está orientado, principalmente, a actividades como la comunicación, redes sociales, entretenimiento y, en menor medida, capacitación y educación.
En las familias se aprecia que es ya de uso común, tanto padres de familia como los demás integrantes, el estar conectados y contemplativos a la pantalla del aparato celular, aún cuando estén en momentos de convivencia familiar, de alimentación o de descanso; de igual manera ocurre con la mayoría de sus conversaciones en torno a las tendencias, “reels”, historias o “memes” que se propagan por la vía digital; desde luego que todo lo anterior en total desfase a la comunicación personal y afectiva entre ellos.
Para el caso de las escuelas, recordemos que antes de la pandemia del Coronavirus, se tenía literalmente prohibido el uso de celulares dentro de las aulas, encontrándonos con episodios en los que se tenía una especie de decomiso de estos aparatos antes de ingresar a alguna clase; ahora, ante el desfase digital de las formas de eseñanza, no solo se usan sino que se solicita el tener a la mano, dentro del aula o fuera de ella este aparato para la indagación, distribución de materiales, integración a plataformas educativas o aplicaciones didácticas y más usos.
Sin embargo, este desfase digital ha traído consigo otro más, el cual ocurre cuando al permitir el uso de celulares dentro del aula, todavía no existe la cultura y el compromiso personal, tanto de maestros, alumnos y hasta autoridades del uso correcto de este aparato, sus funciones y aplicaciones, puesto que en muchas ocasiones no se puede evitar la intercomunicación social y recreativa entre compañeros al compartirse “memes” o situaciones distractoras del servicio o de la clase, por lo que en muchos de los planteles han optado por regresar a prohibirlos.
El desfase digital que más ha provocado discusiones y debates entre docentes y teóricos de la educación, gira en torno a los elementos éticos y legales del uso, copia y hasta robo intelectual en la presentación de trabajos, investigaciones, tareas y todos los productos que se obtienen sin el mayor esfuerzo de las diferentes aplicaciones ofrecidas en internet, particularmente la Inteligencia Artificial.
No es posible detener el avasallante camino de la tecnología y mucho menos en el acto educativo, por lo que se debe estar atento a subsanar de manera correcta, contextualizada e inmediata posible los diferentes desfases que se vayan presentando.
Comentarios: gibarra@uaslp.mx










