Oscuridad americana
Durante la entrega de los premios “Goya”, el conocido actor de cine Richard Gere pidió “estar alertas ante el momento oscuro que vive Estados Unidos”, aludiendo a la política de deportación masiva que pretende el presidente Donald Trump, sobretodo contra los migrantes mexicanos. Gere radica en España y, desde allá, participa en el activismo de rescate de migrantes procedentes de África que cruzan el mar mediterráneo para tratar de llegar a países del occidente europeo. Lo que interesa destacar es la connotación que implica referirse a la situación prevaleciente en el vecino país del norte como un “momento oscuro” porque, en efecto, esa es la característica de lo que se conoce como “identidad negativa”, esto es, que por regla general, los gobernantes estadounidenses han procurado encarnar peculiares valores morales por los que se asumen como los elegidos para “iluminar”, y por ende dirigir y controlar, la vida (especialmente económica y política) del resto de los países del… mundo mundial. El resultado es que en el desenvolvimiento histórico de esa lógica supremacista han terminado por verse como lo contrario, no solamente por los no estadounidenses, sino hasta por sectores críticos de ese mismo país que no comulgan con esas ruedas de molino.
No es de sorprender, pues, que Donald Trump asuma esos rasgos muy propios de lo que Eugene Burdick plasmó en una novela de 1958 titulada “El americano feo”, expresados en una agresividad extrema de gobiernos gringos con respecto a los países del sudeste asiático en tiempos de un fuerte expansionismo que terminó vergonzosamente derrotado en 1975 en Vietnam en lo militar, pero más que nada con la moral ensombrecida para buena parte de la sociedad estadounidense que se había tomado, a pie juntillas, el propagandismo de una “guerra fría” que espantaba con el petate de repeler cualquier esbozo de presunto comunismo. Pero esa historia es cíclica y cuando el comunismo ya no pudo dar más de sí como supuesto enemigo externo, aderezado simbólicamente con la caída del muro de Berlín en 1989, vendría la necesidad de seguir inventando a los opositores al designio cuasi profético de hacer de Estados Unidos el país con “el derecho (a ejercer) el liderazgo moral en el planeta” (en palabras de Robert Kennedy cuando anunció su candidatura para presidente de ese país (que no cuajaría por su prematuro asesinato por “fuerzas oscuras”). Y así, sucesivamente, se podría seguir con la historia más reciente, o también más antigua, del “excepcionalismo norteamericano”, pero lo que importa es tener presente ese telón de fondo para poner en contexto lo que ocurre en momentos como el que se vive con el actual gobierno estadounidense.
Morris Berman, reconocido intelectual estadounidense que decidió venir a radicar a México hace ya varios años, para evitar (según lo narra en uno de sus textos ya célebres sobre el proceso de la decadencia moral que mueve a los gobernantes gringos asociados con los grandes capitalistas financieros) envejecer en un ambiente socialmente tóxico (en el sentido de que no hay gobierno allá que no se ciña a esa mítica creencia de un “destino manifiesto”) que limita el reconocimiento y disfrute de la diversidad y la multiculturalidad en todas sus expresiones (artísticas, sociales, laborales, de tradiciones y hasta gastronómicas). Uno de sus textos es clásico en la descripción de lo que aquí apenas apuntamos: “Edad oscura americana” (Ed. Sexto Piso, México 2007). No es un momento únicamente, es un proceso largo en el tiempo. Pero como toda edad oscura, como la edad media con la que hace analogía Berman de la sociedad estadounidense, no se puede evitar el renacimiento. En el caso de México, concluye Berman, toda la riqueza proveniente de sus tradiciones ancestrales, es la fortaleza para mantenerse en pie como nación con identidad sólida, positiva, capaz de generar una solidaridad distinta.



