Buscar igualdad o equidad en el entorno laboral
Hoy en día, el debate sobre la igualdad y la equidad entre hombres y mujeres en el ámbito laboral es un tema central en las conversaciones sobre justicia y derechos humanos. Aunque ambos conceptos están relacionados, es fundamental comprender sus diferencias para promover un clima organizacional donde todas las personas puedan desarrollarse con plenitud y justicia.
La igualdad se enfoca en ofrecer las mismas condiciones y oportunidades para todos. En cambio, la equidad reconoce las diferencias entre las personas y ajusta los recursos para garantizar resultados justos. Esta distinción es clave para diseñar políticas laborales que realmente fomenten el bienestar de todos los colaboradores.
Con este contexto, cabe preguntarse: ¿debemos enfocarnos en la igualdad o en la equidad para lograr un entorno laboral justo entre hombres y mujeres?
Todos los seres humanos tenemos el mismo valor en la sociedad y merecemos los mismos derechos. No obstante, existen diferencias biológicas, neurológicas y sociales que influyen en las necesidades y desafíos que enfrentamos en el entorno laboral. Un ejemplo claro es la maternidad, que implica necesidades específicas como permisos laborales, atención médica y servicios de cuidado infantil. Ignorar estas realidades desde un enfoque de igualdad puede ser injusto, al no considerar las circunstancias particulares.
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En cuanto al aspecto hormonal, hombres y mujeres no se desenvuelven de manera idéntica. Estas diferencias pueden influir en el desempeño físico y emocional. Además, estudios en neurociencia han evidenciado diferencias en la estructura y función cerebral que inciden en la manera de procesar información, resolver conflictos o manejar el estrés. Reconocer estas particularidades no es dividir, sino construir un entorno empático e inclusivo, donde cada persona pueda destacar según sus habilidades únicas.
También persisten factores sociales y culturales, muchas veces sostenidos por estereotipos, que afectan las decisiones y oportunidades laborales. Las mujeres son vistas con frecuencia como menos comprometidas por sus responsabilidades familiares, mientras que a los hombres se les exige priorizar el trabajo sobre su vida personal. Estos prejuicios limitan el potencial de los colaboradores y perpetúan desigualdades estructurales. Desmontarlos es crucial para lograr un cambio profundo en las organizaciones.
La equidad no implica tratar a todos por igual, sino reconocer las diferencias y ofrecer a cada quién lo necesario para tener éxito. Este enfoque debe guiar desde el reclutamiento hasta el desarrollo profesional. Un ejemplo es el equilibrio en los permisos de paternidad y maternidad, que permite compartir responsabilidades familiares sin temor a repercusiones profesionales.
Asimismo, fomentar la capacitación para evitar juicios basados en género, promover la flexibilidad laboral y el liderazgo inclusivo son acciones clave para construir un entorno justo. Los líderes deben ser ejemplo en la promoción de estas prácticas, y las empresas deben revisar constantemente sus políticas para asegurar que respondan a las necesidades reales de sus colaboradores.
Esto implica identificar barreras específicas, como la baja representación femenina en cargos directivos o la presión social sobre los hombres para no asumir roles de cuidado. Frente a ello, pueden implementarse programas de mentoría, esquemas de trabajo flexible y apoyo emocional, contribuyendo así al equilibrio entre la vida personal y laboral.
Pero no basta con aplicar medidas: es necesario construir una cultura organizacional que celebre la diversidad y valore todas las contribuciones. Para ello, deben establecerse métricas claras que permitan evaluar el impacto de las políticas implementadas y el avance hacia una representación equitativa en todos los niveles.
En conclusión, la igualdad es una meta aspiracional, pero en muchos casos, la equidad es la vía más efectiva para alcanzarla. Reconocer y atender las diferencias no genera divisiones; por el contrario, fortalece el entorno laboral, impulsa el potencial de cada individuo y contribuye al éxito organizacional. Al adoptar una visión más equilibrada, se puede construir un entorno verdaderamente justo, que beneficie no solo a los colaboradores, sino también al desarrollo de la sociedad.
Alumna de doble titulación en 8vo semestre
de la carrera de Estrategia y Transformación de negocios
y 6to semestre de la carrera de Finanzas en el Tecnológico
de Monterrey Campus San Luis Potosí.



